En el pasado, el fenómeno se atribuyó erróneamente a la glicerina, que es un subalcohol, dulce y untuoso, pero que no se refleja directamente en las lágrimas (aunque un vino con mucha lágrima puede ser bastante rico en glicerol). Hoy se sabe que las populares lágrimas se producen por un efecto de tensión superficial causado porque el alcohol es más volátil que el agua, lo que origina, en la parte superior y en las paredes de la copa, una diferencia de densidad del líquido que las moja.
De esta forma, podemos decir que se trata de un fenómeno puramente físico que puede modificarse a voluntad. Por ejemplo, la diferencia de temperatura entre el vino y la copa, así como el modelo de esta última, influyen poderosamente en la formación de las lágrimas, cuya abundancia y consistencia indicarán, en cualquier caso, un buen grado alcohólico. Eso sí, si la lágrima está teñida de tonos violáceos, es un claro síntoma de que estamos ante un vino tinto rico en materia colorante; sin duda, un buen síntoma.
Fuente: malditafiloxera.com